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Faraones

El primero se remonta al Antiguo Egipto: dicen que para refrescar las estancias del faraón, éste obligaba a sus esclavos a desmantelar los enormes bloques de piedra que formaban sus paredes cada noche para que el frío del desierto las enfriara. Por la mañana, los esclavos volvían a cerrar la estancia con las piedras aún frías y mantenían un ambiente fresco durante todo el día. Y así, todos los días…

Los primeros que utilizaron el agua para refrigerar las casas u otros espacios interiores fueron los antiguos egipcios. Colgaban esteras o alfombras humedecidas en las entradas de las casas y gracias al vapor de agua que emanaba de ellas efecto del sol, reducían la temperatura y disminuían la sequedad interior.

No mucho después de que los egipcios desarrollaran estos primeros arcaicos sistemas de refrigeración, los romanos diseñaron un primitivo sistema de climatización. Se valían de la red de acueductos para circular el agua también a través de las casas. Así, reducían considerablemente la temperatura en las villas más calurosas.

En Oriente Medio, hace más de 2500 años, los persas utilizaban el viento para aliviar el calor dentro de los edificios. Los edificios más grandes tenían unas alta columnas que hacían de torres de viento, detectando y difundiendo las brisas predominantes.